domingo, 18 de febrero de 2018

Adoctrinamiento


El problema del sistema educativo catalán no es el adoctrinamiento, sino el adoctrinamiento en la mentira. Su mal no es el dogma, sino el dogma falso e injusto.

Una de las más distintivas características del hombre hodierno es su incapacidad para enunciar diagnósticos adecuados respecto de males sociales concretos. De este modo, por ejemplo, creemos que el mayor problema del sistema educativo catalán es el ‘adoctrinamiento’; un adoctrinamiento que han denunciado, en tono enternecedoramente indignado, algunos de los más egregios representantes de los partidos políticos españoles (esos mismos que, sin embargo, se aseguran de que los niños engullan en toda España la alfalfa producida por la ideología de género).

La dura realidad es que atacar el adoctrinamiento, en abstracto, es atacar la educación misma. Adoctrinar no consiste sino en inculcar una serie de principios y dogmas a otros, generalmente más jóvenes. No existe otra forma de enseñar, por mucho que los pedagogos aseveren hogaño que el maestro debe limitarse a abrir la mente de sus alumnos. ¿Qué padre de familia no enseña a sus hijos a hacer el bien y a evitar el mal? ¿Qué profesora no educa a sus pupilos en unos códigos morales concretos? ¿Qué abuela no le dice a su nieto que debe amar al prójimo? Relacionamos el adoctrinamiento con la oscuridad y la tiranía, pero tiene más que ver con la luz penetrante de la educación; esa luz que incide sobre el hombre y le permite construir unas bases sobre las que asentar su libertad.

Si a lo largo de la historia las generaciones jóvenes no hubiesen sido adoctrinadas en las verdades más evidentes y puras, nuestro conocimiento de lo real sería hoy exiguo. La cuestión es que los infantes ya no son educados en esas verdades, sino en preceptos de ideologías que han envenenado nuestro mundo. Cuando criticamos el adoctrinamiento en las escuelas catalanas, realmente pretendemos denunciar las deletéreas ideas con que el separatismo catalán contamina el alma de los niños. Mas, como vivimos en una época que considera que todas las ideas son válidas y respetables, disfrazamos esta noble pretensión y arremetemos contra la esencia misma de la enseñanza.

El problema del sistema educativo catalán no es el adoctrinamiento, sino el adoctrinamiento en la mentira. Su mal no es el dogma, sino el dogma falso e injusto. Ya nos enseñaba Chesterton que ‘el dogma es en realidad lo único que no puede separarse de la educación (…) Un profesor que no es dogmático es un maestro que no enseña’.