sábado, 26 de diciembre de 2015

Una "carmenada" intolerable

Los madrileños no podemos decir que la política sea aburrida. En los últimos tiempos, gracias a nuestra infausta alcaldesa, hemos tenido la oportunidad de reírnos de quienes gobiernan a golpe de ocurrencias, majaderías y sectarismos; de quienes creen que el pleno del Ayuntamiento de Madrid es la barra del bar de la esquina. Carmena y su séquito de antisemitas, magnicidas y “asaltacapillas” nos han deleitado en los meses más recientes con una serie de ideas que, de no tener un trasfondo tan perverso, serían dignas de llenar los bocadillos de un cómic.

Barrunto que recuerdan ustedes esa propuesta de que las madres limpiaran, en desventurada asociación, los colegios. Deduzco que aún guardan en su memoria esa llamada a que los universitarios recogiesen la mierda de las calles. El botellón, decía la abuelita lobo. Imagino, porque es bastante reciente, que tienen presente esa ocurrencia de repartir tarjetas rojas a los niños para que se las mostrasen a sus padres cuando éstos arrojasen una colilla al suelo. Por no hablar de esas reinas magas que no harán sino robar la ilusión de esos niños que, criados en la tradición cristiana, aguardan ávidos a que sus Majestades de Oriente les lleven los regalos. (“Papá, ¿¡por qué Baltasar es una mujer!?)

Sin embargo, no deberían ser motivo de irrisión, ni siquiera burlesca, los desesperados intentos de Carmena de eliminar los restos franquistas del callejero madrileño. Todo comenzó con el lío de la Plaza Vázquez de Mella, ahora llamada “Pedro Zerolo” en honor a un tipo cuyos méritos pueden resumirse, grosso modo, en practicar sexo anal con otro tipo. Pues bien, a Vázquez de Mella lo acusaron de franquista habiendo muerto en 1929. Todo vale para darme la satisfacción de crear héroes (Zerolo) que en verdad no son tales. He aquí la similitud entre Zerolo y Nelson Mandela, por ejemplo: la mistificación de la vida de ambos en aras de dar dioses de carne y hueso – en este caso, de chicha y nabo - a una sociedad que, por atea, necesita creer en algo.


Ahora, con el apoyo de Ciudadanos, la alcaldesa que adula a la oposición a base de magdalenas procederá a eliminar toda “calle franquista” de Madrid, como si las calles pudiesen hacer profesión de fe. Habrá que preguntarle a Carmena si también está dispuesta a acabar, por franquistas, con la Seguridad Social, los pantanos o la clase media. Supongo que conocen la respuesta. Todo se debe, en fin, a una incurable patología de la izquierda española, incapaz de asumir la derrota en la Guerra Civil; todo responde, en fin, a ese principio, tan humano como estúpido, de querer rescribir la historia cuando algunos episodios de ésta no discurrieron al desnortado gusto de cada uno.

lunes, 21 de diciembre de 2015

La España sin voz

No deseaba escribir este artículo. Es más, rezaba para no tener que escribirlo. La fiesta de la democracia nos dejó ayer una ingobernable pista de baile de la que Mariano Rajoy y su desventurado partido son máximos responsables. Sí, son responsables de destruir los principios y convicciones sobre los que otrora se asentaba la derecha; de fragmentar a ésta con sus cómplices silencios, con sus miserables compadreos con el mal. Ahora llega el momento de los pactos, llega la hora de dirimir si el temido Frente Popular se consuma como opción de gobierno. Sin embargo, no es el Frente Popular – ni el infausto Mariano Rajoy – lo que me ocupa en este breve texto. Lo que me turba son, más bien, esas oportunidades desperdiciadas; esos temas que no se abordarán en el Congreso de los Diputados durante los próximos años.

Gobierne Rajoy, el estornudo o el coletas, nadie hablará en la tribuna de oradores del Parlamento de esos cien mil niños que son sacrificados cada año en España; de esas personas no nacidas que llevan perdiendo elección tras elección desde hace demasiado tiempo. Nadie osará afirmar que la ideología de género es un cáncer para nuestra sociedad y que, por mucho que se obcequen algunos, el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer. En los próximos años, continuaremos el umbrío camino de las de cesiones de soberanía, la oscura travesía del sometimiento a los inmorales dictámenes de la Unión Europea. Seguiremos, en definitiva, hacinando mugre en nuestro ya concurrido basurero moral. Son tantas las cosas de las que no se hablará en el Congreso… Y la responsabilidad es nuestra; hemos desaprovechado una oportunidad de oro.

Los votantes de derechas nos hemos resignado a la derrota en la batalla de las ideas. Hemos echado por la borda la oportunidad de hacer ver al Partido Popular que, por encima del bienestar económico, tenemos principios a los que no estamos dispuestos a renunciar; hemos desperdiciado la ocasión de levantarnos contra ese relativismo que todo lo oprime, contra ese multiculturalismo que no refleja sino nuestras contumaces ansias de suicidio.


El panorama político resultante de las elecciones es preocupante, desolador. Deja sin voz a quienes aún creen en la civilización cristiana y en el deber histórico y moral de Occidente; deja inermes a esos valientes que todavía se atreven a cuestionar y combatir la burda tiranía de la corrección política.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Voto útil

Estamos ya en la última semana de una agotadora campaña electoral en la que han proliferado insustanciales debates de gentes que coinciden en lo fundamental y se echan los trastos a la cabeza en lo accesorio. Tras estos interminables días de debates y encuestas, ya sabemos con certeza que, el veinte de diciembre, muchos votarán con la nariz tapada, introducirán en la urna la papeleta de quienes han hecho del miedo su única propuesta; de quienes han hecho de la corrupción y la mentira su más particular característica
.
A ustedes, queridos lectores, si es que han decidido votar con la nariz tapada, les imploro que reflexionen, que piensen. Piensen en esos 400.000 seres humanos que, con el tácito consentimiento del PP, han sido sacrificados en el vientre de sus madres durante esta legislatura. Acuérdense de esa Ley de Matrimonio Homosexual no derogada, de esa Ley de Violencia de Género guardada en el concurrido cajón de los asuntos intocables. Piensen en esa torticera Ley de Memoria Histórica, en esos disparatados impuestos que han tornado utópico el sueño de la prosperidad económica. Recuerden la imagen de la policía registrando la sede del PP, el bochornoso mensaje de “Luis, sé fuerte”. Mediten y, en consecuencia, actúen.

No se engañen. Útil es el voto que apuesta por la defensa de unos valores concretos y compartidos, no el que apuesta a caballo ganador. Es nuestra oportunidad de decirles a los señores del PP que sentarán sus posaderas en los emponzoñados escaños del Congreso de los Diputados – y a los de Ciudadanos también – que, por encima del bienestar económico, tenemos principios, valores, anhelos… Es nuestra oportunidad de hacerles ver que no somos animales, que no somos ganado al que se pueda saciar con un saco de forraje y otro de alpiste.


No. No estamos condenados a elegir entre la inanidad ideológica pepera y ciudadana y el fanatismo de socialistas y podemitas. Hay un camino a la derecha y que hallemos su senda no es sino mera cuestión de tiempo. Por todo esto, haré como Sánchez Dragó: votaré a VOX. No les pediré a ustedes que hagan lo mismo, pero sí les exhortaré a que voten en conciencia. De no hacerlo, se condenarán durante cuatro años; cuatro años que se les antojarán más largos que la travesía por un desierto sin oasis.

domingo, 6 de diciembre de 2015

El 21 de diciembre

Los partidos políticos nos han presentado las elecciones del 20 de diciembre como aquéllas que cambiarán España. Nos han vendido eso del cambio sensato y necesario. Sin embargo, no nos han explicado en qué narices consistirá el cambio; qué carajo va a mutar el día después de que la fiesta de la democracia descorche su caduco champagne. Empiezo a sospechar que ese anhelado cambio no es sino la consolidación de la política como disciplina circense.

Muchas son las infectas palabras que los políticos han repetido durante esta precampaña. “Regeneración”, “nueva política”, “transparencia”… Todos ellos, permítanme decirles, vocablos vacíos de contenido, expresiones rimbombantes tras las cuales la inanidad de pensamiento oculta sus vergüenzas, su escasez de propuestas serias. Como ven, cambio, ninguno.

Con su permiso, les diré lo que creo. El 21 de diciembre, el panadero seguirá levantándose a las seis de la mañana para hornear la harina, y el cartero seguirá repartiendo el correo de portal en portal. El 21 de diciembre, el español medio – ese al que los políticos han expoliado – continuará sin estar representado en el Congreso de los Diputados. Sí, ese humilde compatriota que no se identifica ni con la demoníaca ideología de género ni con el disparatado multiculturalismo. Y lo que es más grave: el 21 de diciembre nuestras cifras macroeconómicas seguirán bailando al son de los acordes tocados desde Bruselas; los 100.000 niños que son abortados cada año en España continuarán hacinándose en nuestra ya concurrida y putrefacta escombrera moral.


Les dicen que todo cambiará después del 20 de diciembre. Es más, les aseguran que ya todo ha cambiado, que ha llegado una nueva política más cercana al ciudadano. No les crean, queridos lectores, pues mienten. Y ellos lo saben. Nada ha cambiado y nada cambiará. Seguirán corrompiéndose, seguirán haciendo de la administración pública un complejo entramado de amigotes. Continuarán incumpliendo programas electorales, continuarán jugando con nuestra libertad, con nuestra dignidad y con nuestra nación al tiempo que hacen cálculos de estimación de voto. Este es nuestro sistema; el sistema que, con años de silente consentimiento, hemos construido. Ya es demasiado tarde para cambiarlo. 

sábado, 5 de diciembre de 2015

“Una nación es el orgullo del pasado, el esfuerzo del presente y la esperanza del porvenir”

La sede de VOX está en Diego de León. Allí, su presidente, Santiago Abascal, recibe a Mi Torre de Marfil. Viste un elegante traje negro, engalanado con una corbata verde y unos tirantes azul marino que hacen evocar épocas quizá más gloriosas. Su amplia sonrisa resume una vida de entrega a la patria. PP vasco, DENAES y luego VOX… Todos, proyectos emprendidos con un único fin: defender la nación española. Ahora, su reto es irrumpir en el Congreso de los Diputados para decir lo que allí nadie dice.

P: Nieto de alcalde en tiempos de Franco e hijo de exmilitante y político del PP. De casta le viene al galgo, ¿no?
R: Bueno, la verdad es que yo he visto un ejemplo en casa. Un ejemplo de compromiso, de sacrificio. He vivido en una familia en que la política ha costado. Sobre todo en términos personales, porque que hayan querido matar a tres generaciones de una misma familia es algo que, sin duda, marca. Le marca hasta a mi hijo pequeño, que un día me preguntó: “Papá, si os han querido matar al bisabuelo, al abuelo y a ti, ¿me van a querer matar  a mí cuando sea mayor?” Pero el compromiso político en mi tierra, el País Vasco, no es el mismo que en otras ciudades; exige entregar a la causa todas las facetas de tu vida. Vivir con guardaespaldas y padecer continuas amenazas no es precisamente cómodo.
P: ¿Cómo es la vida con guardaespaldas?
R: La verdad es que el ser humano tiene una capacidad de adaptación fascinante. Sobre todo el ser humano que tiene fe. José Antonio Ortega Lara es el vivo ejemplo de esa afirmación. Un hombre que durante 532 días aguanta en un agujero, encerrado, a oscuras, sin esperanza, sólo puede lograrlo apoyándose en una gran fortaleza moral. Yo mismo me siento orgulloso de haber aguantado ciertas cosas sin ningún tipo de trauma.
P: Usted ha sido diputado, por el PP, en el Parlamento vasco de 2004 a 2009.
R: No recuerdo los años. Sé que fue en dos legislaturas y que en ninguna entré a la primera, sino sustituyendo a personas que lo dejaban.
P: ¿Cómo valora el declive del Partido Popular en el País Vasco?
R: Pues se debe a la falta de convicciones. El PP llegó a ser respaldado masivamente en esa tierra en la que aparentemente todo el mundo es separatista, llegándose a convertir en la segunda fuerza política en las elecciones del año 2001. En estos momentos, sin embargo, corre el riesgo de desaparecer, de convertirse en una fuerza política irrelevante. Esto ha ocurrido porque los dirigentes del partido han guardado sus principios en una maleta y han escondido ésta en el armario. Pensaron que esas convicciones eran molestas, incómodas, alejadas de la sociedad vasca. Esto fue letal. La cobardía no mola, sobre todo en mi tierra.
P: Maroto, Oyarzábal…
R: No quería personalizar, pero son el paradigma de la falta de convicción y de la comodidad política. Y eso puede valer para la coyuntura, para un momento determinado, pero no para pervivir. El oportunismo quizá sirva para ganar una batalla, pero nunca la guerra.
P: Durante su época de parlamentario fundó DENAES…
R: DENAES nació como un proyecto patriótico, ante la crítica de muchos de mis entonces compañeros del PP. ETA no quería sin más vulnerar una Constitución, eso era un medio para un fin; un medio para destruir la nación española. Los fundadores de DENAES pensamos, en ese momento, que era absolutamente esencial fomentar un patriotismo que aglutinase a izquierda y derecha. DENAES, como su nombre indica, nació para defender la nación española. Tuvo cierto éxito durante bastantes años. Me siento orgulloso de esa época.
P: ¿Ha ganado ETA la guerra?
R: ETA ha ganado una batalla, no la guerra. Más allá de que policialmente se le haya conseguido dar muchísimos golpes, ETA ha ganado la batalla política, que es la de la presencia en las instituciones, la de la financiación a través del erario público… Por lo tanto, podemos estar muy orgullosos de nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad, pero muy avergonzados de Mariano Rajoy y de José Luis Rodríguez Zapatero.
“Ser padre es lo mejor que he hecho en mi vida”
P: Entrando en un campo más personal… ¡Está en camino su cuarto hijo! ¡Va usted contra el sentido de los tiempos!
R: Bueno, ¡con cierta modernidad! Los tengo repartidos entre dos mujeres…
P: ¡Y eso que dicen que VOX es un partido “ultracatólico”…!
R: Bueno, yo tengo convicciones religiosas, tengo fe. Soy un católico absolutamente imperfecto…
P: ¡Imperfectos somos la inmensa mayoría de los católicos! La Iglesia no es lugar para el perfecto, sino refugio para el pecador que aspira a la santidad. (Risas)
R: Supongo que sí. Tengo dos hijos de mi primer matrimonio y ahora estoy esperando el segundo del segundo matrimonio. La verdad es que todos mis hijos tienen una gran relación. Se ven mucho y espero que esto siga siendo así. Ser padre es lo mejor que he hecho en mi vida. Espero dejarles algo, por lo menos en el terreno moral, en el terreno del ejemplo.
P: ¿Qué es la familia para usted?
R: La familia es la institución más importante en la vida del hombre, es la contención frente al totalitarismo. Es, en definitiva, la institución más piadosa. La familia te perdona, te ayuda. La familia lo es todo. Es la institución que nos diferencia de los animales.
P: ¿Ha dejado Occidente de proteger a la familia?
R: Los gobernantes europeos son responsables del desmantelamiento de la familia. Han querido hablarnos del Estado y del individuo.  A mí me gusta más la palabra “persona”. Entre el Estado y la persona hay instituciones intermedias que, además, ayudan al funcionamiento de la democracia: la familia, las asociaciones… Es un poco la democracia al estilo de Tocqueville; la democracia con muchos contrapesos.
P: Usted siempre ha estado comprometido con la defensa de la nación española. ¿Cómo definiría “nación”?
R: (Piensa) Una nación, creo, no es sino el orgullo del pasado, el esfuerzo del presente y la esperanza del porvenir. Por eso, cuando nos plantean si la unidad de España puede ser votada entre todos los españoles, nosotros, en VOX, decimos que no. No tenemos derecho a decidir en la votación de las pocas horas de un domingo sobre el futuro de algo que nos han legado nuestros ancestros y que nosotros debemos legar a nuestros descendientes. En esa supuesta votación, no podrían participar aquéllos que han construido España con su trabajo y aquéllos que están por venir. Sería injusto e ilegítimo.
“El respeto a la persona desde su concepción hasta su extinción natural es esencial. Nuestro objetivo es el aborto cero”
P: Hablando de las futuras generaciones… Le pudimos ver en la manifestación contra el aborto convocada hace algo menos de un mes.
R: El respeto a la persona desde su concepción hasta su extinción natural es esencial. La protección de los más débiles e indefensos, bien sean dependientes, ancianos o niños en el vientre materno, es lo que hace mejor a una sociedad. Una sociedad no se mide por el progreso material, por el PIB o por datos de carácter industrial. Una sociedad se mide por su integridad moral. Vivimos en un mundo que ha relativizado el derecho a la vida, que ha aceptado el aborto como una práctica más. No somos mejores, en ese sentido, que los que defendían la esclavitud. Diremos “aborto cero”, nos dé esto votos o nos los quite.
P: ¿Cuál es la propuesta concreta de VOX respecto al aborto?
R: En este momento – en que la posición social respecto al aborto es absolutamente laxa y relativista – creemos que el Estado tiene fundamentalmente la labor de ayudar, informar y ofrecer alternativas a las familias. Hay que engrasar los canales de adopción. Tenemos que tomarnos en serio este tema. Por supuesto, debemos detener la financiación pública a las clínicas abortistas. El objetivo es el aborto cero.
VOX nació en 2013

P: En las elecciones europeas, VOX se quedó a escasos dos mil votos de conseguir un eurodiputado. Sin embargo, en las municipales y autonómicas, el resultado fue menos esperanzador.
R: Bueno. Yo creo que hay elecciones más y menos proclives para VOX. VOX surge para dar respuesta a problemas de carácter nacional: la unidad de España, la debilidad del Parlamento, la falta de independencia de poderes, la desvalorización de la sociedad española y especialmente de sus élites dirigentes… Estas cosas no están demasiado presentes en las elecciones municipales y autonómicas. El resultado negativo es comprensible. VOX nace con el objetivo de entrar en el Congreso de los Diputados. Afrontamos con entusiasmo y esperanza estas elecciones. Creemos que hemos convencido a mucha gente de que, si nosotros no estamos, nadie dirá las cosas que en España han dejado de decirse y que millones de españoles piensan.
P: Parece ya una obligación hablar de “matrimonio homosexual”…
R: El matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer. Esto no excluye la regulación de uniones civiles entre personas del mismo sexo, incluso con independencia de sus relaciones sexuales. ¡El Estado no tiene que meterse en la cama de la gente! Es más, ¿por qué dos amigos viudos no pueden tener una relación civil? Por otro lado, defendemos firmemente el derecho de toda persona a tener un padre y una madre. Los hijos no son ni un bolso, ni un complemento. En VOX estamos en contra de que las parejas homosexuales puedan adoptar niños, pues su crianza (la de los niños) requiere el concurso de un hombre y una mujer. Lo demás, ingeniería social.
“Las Comunidades Autónomas son el motivo de nuestra ruina y la causa de nuestra división”
P: ¿Qué nos diría de las Comunidades Autónomas?
R: Son el motivo de nuestra ruina y la causa de nuestra división. El Estado de las autonomías ha fracasado. Debemos eliminarlas.
P: ¿Y eso no aumentaría el número de desempleados?
R: Estoy convencido de que, si el Estado ahorra en lo superfluo para invertir en lo esencial y además bajamos los impuestos, el empleo se recuperará en España. Las comunidades autónomas son el Estado de bienestar de los partidos políticos. Y para mantenerlo se ataca el bienestar de la sociedad. No podemos endeudar a nuestros descendientes de modo tan irresponsable. Las autonomías dan a los españoles el mensaje de que pertenecen a distintas tribus, y eso es muy grave.
P: Hace poco estuvo en Irak en un campamento kurdo… 
R: Cuando estuve en Irak, era consciente de que el yihadismo no era un tema que preocupase demasiado a los españoles. Sin embargo, sabía que pronto les preocuparía, que la barbarie pronto llegaría a nuestras puertas. En ese momento, dijimos que los europeos debíamos solidarizarnos y ayudar a los cristianos que estaban siendo perseguidos en Oriente Medio por su fe. El tiempo nos ha dado la razón.
P: ¿Cuál es la propuesta de VOX respecto al yihadismo?
R: La pregunta no es sencilla. Tiene que haber una batería de propuestas. El “no a la guerra” es una postura absolutamente demagógica. El Califato Islámico es la representación del mal sobre la tierra y debe ser perseguido, aplastado y aniquilado. Exterminado. Necesitamos, para ello, el compromiso militar de una gran coalición de países. No obstante, también deben comprometerse, involucrarse, aquellos sirios e iraquíes que están abandonando su tierra como refugiados, que son en su mayoría varones en edad militar. Podemos luchar junto a ellos para destruir al mal encarnado. 
“Europa ha permitido durante décadas que el caballo de Troya del fundamentalismo islámico eche raíces en nuestro suelo”
P: Pero el problema ya está aquí…
R: Claro. El yihadismo es ya un problema de Europa. Europa ha permitido durante décadas que el caballo de Troya del fundamentalismo islámico eche raíces en nuestro suelo. Y todo esto por la avidez de nuestras oligarquías y gobernantes derivada de los petrodólares saudíes y de los sátrapas del golfo, que nos han gustado demasiado. Nos hemos equivocado de alianzas. Nos hemos creído amigos de quienes están dispuestos a destruirnos, de quienes financian mezquitas fundamentalistas en España y en toda Europa. Debemos combatir eso y cambiar de alianzas, si es necesario. También tendremos que cerrar las mezquitas fundamentalistas, expulsar a los imanes que predican el odio. En la lucha contra el islamismo, están siendo modélicos Orban y, sorprendentemente, Putin.
P: ¿Y Turquía?
R: Merkel nos ha dicho que debe entrar en la UE. Sin embargo, lo cierto es que no debe entrar. No queremos tener frontera con Siria, Irak e Irán. Turquía son noventa millones de musulmanes que no podemos asimilar. El multiculturalismo ha fracasado; no ha hecho sino crear guetos derivados del fanatismo religioso (no de la pobreza, como dice la izquierda). El islam fundamentalista es incompatible con nuestro modo de comprender el mundo, que se fundamenta sobre la libertad, la igualdad del hombre y la mujer y sobre la separación de la religión y del Estado. 
P: Refugiados.
R: Los Estados europeos van a tener que recuperar el control sobre sus fronteras. La política sobre los refugiados habrá de cambiar, priorizando la aceptación de aquéllos que puedan integrarse en nuestras sociedad, como los cristianos y yazadíes y tratando de ampliar la presión migratoria de carácter musulmana sobre los países musulmanes.
“Debemos reconquistar nuestra libertad, nuestra identidad y todos los valores que nos hicieron grandes”
P: Volviendo al solar patrio… Cierto periodista habló, en desventurada ocasión, de la relación de VOX con Yunque…
R: (Su expresión se torna más seria) La primera vez que me hablaron de Yunque, yo respondí: “¿Qué Yunque? ¡Yo soy de Amurrio!”. Fuera de bromas, levantar falso testimonio es pecado. Esto lo digo para los católicos…
P: ¡No creo que él lo sea!
R: Lo es, pero da igual. Hay gente que actúa por encargo y que difunde insidias sobre los demás. Es un tema que me provoca un profundo asco. Intentar desacreditar a personas o grupos sembrando sospechas falaces me parece francamente reprobable.
P: Defina en una frase a los siguientes personajes: Albert Rivera.
R: Desnudo en los carteles y tapado en todo lo demás.
P: Mariano Rajoy.
R: Falta de convicciones.
P: Pablo Iglesias.
R: El fanatismo disimulado.
P: Pedro Sánchez.
R: Bien parecido, ¿no? 
P: Eso dicen… (Risas) ¿Dimitiría usted si VOX no entra en el Congreso tras estas elecciones?
R: No, no me lo planteo. VOX es un instrumento, una contribución a unas ideas. Si llegase un partido que defendiese las mismas ideas que nosotros con más éxito, nos apartaríamos. Si no entramos en el Congreso de los Diputados, mucha gente seguirá huérfana de representación.
Santiago Abascal es candidato a la presidencia del Gobierno por VOX
P: Habéis empezado la campaña electoral en Covadonga…
R: Hemos empezado allí porque son muchas las cosas que debemos reconquistar. Nuestra identidad, nuestra libertad y, en general, los valores que nos hicieron grandes… Hemos renunciado a ellos. Debemos recuperarlos.
P. ¿Hay un camino a la derecha?
R: Sí. Se llama VOX.
P: ¿Lo veremos en el Congreso de los Diputados en enero?

R: Estoy convencido de ello.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Cuestión de mezquindad e hipocresía


Francia está bombardeando, desde el pasado domingo, la ciudad siria de Raqqa, centro de operaciones del Estado Islámico. A juzgar por los atentados de París, no puede haber acto más loable; no puede haber decisión política más noble y justa. Sin embargo, nada más lejos de la realidad; los recientes bombardeos muestran la contumaz desvergüenza de Francia y Occidente. No emplearé, sin embargo, el típico argumento progre contra la guerra. Y es que resulta evidente quien a hierro mata no merece sino a hierro morir. No existe justicia humana o divina en disposición de contradecir este principio.

La ofensiva francesa demuestra que todos lo sabían, demuestra que Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, España... sabían dónde se hallaba el núcleo del Estado Islámico, en qué infecta alcantarilla se escondían esas escatológicas ratas. Pero no les importó. Se les antojaron insuficientes para intervenir, supongo, las crucifixiones, los degüellos, las decapitaciones, las ejecuciones colectivas, las violaciones y el comercio de mujeres. Se les antojaron insuficientes, barrunto, los 100.000 cristianos asesinados, los 20.000 yazidíes. De nada les importó hasta que el detonante estalló en nuestro cuarto de estar. Pensaría algún ser perspicaz, con el necesario toque de malicia, que lo que buscaban esos países europeos era el exterminio de cristianos en Oriente Medio. Y no lo digo yo; lo dice mi amigo el perspicaz.

Les presento, amigos, la hipocresía de este nuevo Occidente. La hipocresía y desvergüenza de quien propina un puntapié al avispero y se desentiende de las consecuencias en forma de lacerantes picotazos de avispa. La mezquindad de quien deja a la deriva a sus compañeros de fe ante el ominoso y enfurecido océano de la barbarie islamista. La debilidad moral de quien necesita los cadáveres de ciento cincuenta compatriotas para tomar una decisión que ya tiempo ha se antojaba ineluctable.

¿Y quién se acuerda de los cristianos de Oriente Medio perseguidos y asesinados por los islamistas? Nadie. ¿Quién expresa en Facebook la necesidad de rezar también por ellos? Muy pocos. ¿Quién les rinde un minuto de silencio como tributo por nuestra cómplice y culpable inacción? Algún cura desnortado. Pero les digo que algunos, con nuestros actos, seguiremos asegurándole a Dios que esa sangre no ha sido derramada en vano, que la determinación de los cristianos es más firme que nunca.

lunes, 16 de noviembre de 2015

La traición de Rajoy

El gentío gritaba. Hombres de toda clase social clamaban porque el símbolo de la barbarie legalizada llegase a su fin, porque la casta de facinerosos tecnócratas peperos arrellanados en el vulgar diván del poder cumpliese sus promesas. Sin embargo, ésta, demasiado inmersa en su edén de jamón y caviar, desoía los improperios al tiempo que hacía cálculos de estimación de voto.

Algunos confiábamos en Rajoy y el PP. Algunos llegamos a creer que el partido de la gaviota representaba una alternativa a la siniestra ingeniería social zapateril. Pobres ilusos. Ahora nos sentimos traicionados, ninguneados. Atrás quedaron esos tiempos en que Rajoy se erigía, ufano, como adalid de la defensa de la vida humana en aquellas multitudinarias manifestaciones. Atrás quedaron esos tiempos en que el asiduo lector del Marca afirmaba, con firmeza tan falsa como convincente, que no hay nada más loable que defender al indefenso. Qué tiempos, eh, Mariano. Nos la diste con queso, bellaco.

Ahora oímos a la gentecilla instalada en la cúpula del PP apelar, en el tema del aborto, al más vil de los consensos: el consenso de la barbarie camuflada como derecho de la mujer, el consenso del asesinato al inocente. ¿Y si hubiese consenso en la bondad del robo? ¿Qué harías, Mariano? Supongo que seguir fumando puros y viendo Teledeporte, que hay que ver cómo están Contador, su bicicleta y su chuletón de carne.

El aborto no sólo constituye un símbolo de la traición perpetrada por el PP a su electorado; es también reflejo de una democracia decadente. Y es que cuando la democracia se rebela contra los pilares básicos sobre los que se debe asentar, que no son sino el derecho a la vida y la propiedad privada, deja de ser el menos imperfecto de los regímenes para convertirse en el peor de ellos, para convertirse en un despótico régimen de relativismo y terror.

Mientras los políticos sigan negando la existencia de derechos inmanentes al ser humano, sigan identificando la opinión de la mayoría con la verdad, se seguirán cometiendo atrocidades como la del aborto. La opinión de la mayoría debe servir para decidir sobre ciertos temas, la mayor parte de ellos. Pero cuando ésta se utiliza para atentar contra derechos que son en sí mismos inviolables lo que se hace es, paradójicamente, un flaco favor a la democracia.

Porque una España cuyo cimiento fundamental sea la familia es posible; porque una España sin aborto es necesaria.



sábado, 17 de octubre de 2015

Cipayos del mal


En los últimos días, he prestado especial atención a la prensa española para acercarme, a través de ella, a la situación en Israel. Puedo asegurarles que no repetiré la jugada. No he conocido mayor mezquindad, mayor cinismo, que la del periodista que, desde su mesa de trabajo – o delante de una cámara – equipara a terroristas y víctimas, a quienes apuñalan y a quienes se defienden. Los titulares de los principales periódicos coincidían: “nueva oleada de violencia en Israel” o “continúan las agresiones entre israelíes y palestinos”. Todos igualmente cómplices con el terrorismo.

Imaginen, por un momento, que quienes portasen los cuchillos fueran judíos. Imaginen, por un momento, los titulares, las noticias, los reportajes. Tiempo ha que, en su mayoría, los periodistas españoles, al menos en lo que atañe al conflicto israelí-palestino, viven ajenos a la verdad, indiferentes a la historia. Nada les importa que sean los imanes en las mezquitas los que llaman al asesinato de hebreos. Nada les importa que, mientras eso ocurre, en Israel se juzgue y condene, si así lo establece la ley, al violento. Nada les interesa el nimio detalle de que, en Tierra Santa, todas las guerras del último siglo las hayan iniciado los árabes. Son cipayos del mal, siervos de la miseria moral.

El objetivo de tales dizque periodistas no es ni informar ni instruir. Su objetivo es vilipendiar a Israel, calumniar a esa nación que, con el tiempo, se ha tornado en el “putching ball” del decadente Occidente. Han olvidado la verdad; la entierran, si es necesario. El fin que persiguen – demonizar a Israel – parece justificar todos los medios. Así, no les tiembla el pulso cuando se trata de equiparar a terroristas y víctimas. Hasta ese punto ha llegado su desfachatez.


Ciertos periodistas han decidido formar parte de esa porción de la Humanidad ajena a la existencia del bien y del mal; de la verdad y la mentira; de la justicia y la injusticia. Es indispensable desenmascararlos; desmontar sus manipuladoras estructuras de falsedad. Y es que hay pocos males más dañinos, en nuestro tiempo, que un medio de comunicación sin más moral que la de su faltriquera, que un necio convertido por una cámara o un ordenador en movedor de almas y conciencias.

jueves, 8 de octubre de 2015

Monarquía


Robert Filmer comparaba en su libro “El patriarca” la monarquía y la familia. Según él, la relación entre un monarca y sus súbditos debe ser la misma que existe entre un padre y sus hijos. El rey, desde el punto de este pensador inglés del Siglo XVII, puede cometer errores de gobierno, pero no por ello debe ser cuestionado su poder, como en ningún caso puede ser cuestionada la autoridad paterna. El monarca, así, pagaría sus errores en la otra vida.

Hogaño, el argumento de Filmer sería tildado de disparatado y de retrógrado, supongo. En España, por ejemplo, la principal defensa de la monarquía radica en lo económico. “¡Pero si es más barata de lo que sería una república!”, exclaman aquéllos que quieren ganarse el favor de la Casa Real sin desentonar con nuestro tiempo ominoso; aquéllos que pretenden estar en procesión y repicando. Mas esta endeble apología de las bondades monárquicas no es sino la tumba en la que será depositado el cadáver de los reyes que jugaron a bailarle el agua a la era posmoderna. La somete a la coyuntura, a lo circunstancial.

La figura del monarca debe ser la del padre que vela por sus hijos, la del hombre que protege a otros hombres de los desmanes de un poder político rendido al culto del dinero. La monarquía, con su establecido orden sucesorio, libra al poder de verse enfangado por esas luchas intestinas que, en nuestro tiempo, sirven para decidir quién se erige en representante supremo de la voz del pueblo. No existe régimen político más noble, servicio más leal a la sociedad. Sin embargo, en España, la monarquía ha renunciado a cumplir su funciones más elementales. Tiempo ha que la monarquía dejó de ser salvaguarda de la tradición y garante de la unidad nacional. Ahora, es poco más que un florero que se afana en contentar a esa corrección política que acabará por defenestrarla; poco más que una pieza del inmoral tablero de nuestro tiempo.

La monarquía española se ha convertido en un algo prescindible, incluso reprobable. Ya no es baluarte de religión alguna, ya no es fortaleza que proteja valor alguno. Atrás dejó esos tiempos en que era familia del súbdito, institución defensora de la sociedad. La monarquía se ha adaptado al mundo hodierno. Y es que, ya saben, una monarquía adaptada a nuestra época no es sino una exótica república con corona y cetro.


lunes, 28 de septiembre de 2015

Epístolas americanas


Hello honey,

Acabo, tras cinco intensos meses, mi periplo en España. En este tiempo, me he empapado de su tradición, de su gente, de su gastronomía. Qué gran país. Sin embargo, he podido ver cosas que jamás pensé que vería, actitudes propias de un país avergonzado de sí mismo, comportamientos que descubren a una sociedad enfrentada con su gloriosa historia. En cierto modo, los españoles parecen sentirse culpables por algo que no alcanzo a comprender y que, probablemente, ni ellos entiendan. Me ha llamado mucho la atención su forma de amar a la patria.

He podido ver cómo en la final de una competición futbolística llamada “Copa del Rey”, decenas de miles de personas pitaban al himno de España al tiempo que su presidente - el de la Comunidad Autónoma de esos que silbaban - sonreía con insolente autosuficiencia. ¿Te imaginas que eso ocurriese en nuestro país? El castigo sería ejemplar. Pues bien, aquí, en España, los responsables de ese deleznable comportamiento quedaron impunes. Los miserables.

He podido ver cómo los partidos políticos que defienden la unidad de España ante el delirio independentista catalán se autodenominan “fuerzas constitucionalistas”. ¿Acaso es la Constitución de 1978 lo único que los mueve a defender la unidad nacional? ¿Acaso proteger la unidad de la patria no es un imperativo moral, exista o no Constitución? Me voy algo desconcertado; pareciera que no hay historia antes de lo que ellos bautizaron como “Transición”. Bloody hell.

He podido ver que el principal argumento para defender la indisolubilidad de la nación es aquel basado en las monedas y los billetes. “La pela es la pela”, dicen. Así que, si de pronto el interés económico recomendase la fractura de España, esos que ahora se envuelven con cinismo en la bandera rojigualda no tendrían reparo en despedazarla, en triturarla como si de un sucio trapo cubierto de mocos y mugre se tratase. Amazing.

He podido ver cómo, tras unas elecciones catalanas que se plantearon como plebiscito entre unión y separación, esas fuerzas constitucionalistas daban saltos de alegría al saber que un 53 por ciento de los catalanes quieren seguir siendo españoles. Ni rastro de la necesaria autocrítica; como si los partidos constitucionalistas y su tibia defensa de la unidad nacional no fuesen responsables de la irresoluble situación.


En fin, darling, embarco ya. Cuando llegue, te contaré las peculiaridades españolas con algo más de detalle. See you.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

En defensa de los toros


El otro día veía en televisión, al tiempo que mi tez se enrojecía de ira, una manifestación antitaurina de éstas la mar de progres. Los individuos – llamarlos personas sería demasiado a juzgar por su comportamiento – que abarrotaban la siniestra concentración gritaban algo así como “¡no al asesinato!” y vestían ropajes embadurnados de pintura roja al más puro estilo de película de zombies. Quizás era eso lo único que les confería una miaja de encanto. Incluso de ternura. Todavía les espero en alguna manifestación contra el aborto clamando por el derecho a la vida.

Sé poco de toros. Lo suficiente, eso sí, para escribir este artículo y ciscarme en la madre que parió a los de la manifa. El toreo es el relato de una vida en veinte minutos. En él fluyen, como lágrimas que caen sobre los pómulos de una mujer despechada, los atributos que, inexorablemente, marcan la vida del hombre bueno. El honor, la dignidad, la fe, la vergüenza y la elegancia del torero; la noble bravura del toro que pretende morir matando. Y ante ellos, un público sabio que condena la crueldad y aplaude la valentía; que desprecia la mediocridad y busca la excelencia.

Los que se llenan la boca diciendo que proscribirían la tauromaquia olvidan siempre mencionar que los toros de lidia viven como rajás hasta que saltan al ruedo, donde se les ofrece la oportunidad de morir dignamente, de morir dejando su pequeña huella de pezuña en la superficie enfangada de la historia. Olvidan mencionar que, sin la tauromaquia, el toro bravo se habría extinguido tiempo ha. Desconocen, supongo, que los animales – y los toros son animales - no son sujeto de derecho en tanto que a éstos no se les puede pedir obligaciones. ¡Hagamos al toro acatar las leyes! Y si mata, a la cárcel. Sería la gota que colmase el vaso rebosante de nuestra demencia.


A los de las manifestación les importa un higo la suerte del toro; les es indiferente que éste sufra o que se fume un puro. Atacarían también el mus si hallaran forma de hacerlo. Les mueve la patológica aversión de la izquierda hacia España, el irremediable desprecio por su tradición. Camuflan de bondad y empatía lo que no es sino muestra de incurable resentimiento, de insano rencor. No descansarán hasta que la cultura de una de esas tres o cuatro patrias que construyeron el mundo acabe arrojada en el basurero del olvido.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Refugiados


El emotivismo, que siempre deja de lado la razón y la lógica, no conduce a ninguna parte. Redacta titulares facilones, alcanza conclusiones simplistas y saca fotografías impactantes, poco más. Desecha la reflexión sosegada, el análisis riguroso; sólo le importa provocar un grito indignado en el hombre que, sentado sobre su sofá, ve la televisión o echa un vistazo al Ipad. En los últimos días, miles de refugiados han llegado al viejo continente. El debate está servido. ¿Han de ser acogidos? La respuesta parece clara, por lo menos desde el punto de vista de la corrección política: sí. Pero no es oro todo lo que reluce y no siempre la respuesta correcta es aquella que primero se dibuja en nuestra mente. ¿Quién nos asegura que todos los que llegan a nuestras fronteras en las últimas semanas huyen de las mortíferas detonaciones? ¿Por qué hemos de pensar que ninguna de las personas que aquí vienen trae más aviesas intenciones que la huida?

Ayer le dediqué un tiempo a ojear las dramáticas imágenes, las bochornosas fotografías. Lo hice, quizás, para ser más consciente del horror. Sin embargo, en mi particular cruzada hacia la empatía, me topé con algo curioso. La mayor parte de los refugiados que aparecían en las imágenes eran hombres. Hombres en edad militar, entrando más en detalle. Sugerente, desconcertante, preocupante. Y es que si yo fuera del Estado Islámico ( o de cualquier otra agrupación yihadista) aprovecharía la situación para infiltrar, entre los refugiados, a esbirros del yihadismo; utilizaría cadáveres de niños para dar cierta lástima – tampoco se piensen que el terror mueve muchas conciencias - a una opinión pública europea demasiado acostumbrada al corto plazo y a las decisiones irreflexivas. Para así dársela a Europa con queso, como un maldito.


Ayudar a los refugiados es uno de los más acuciantes imperativos morales que nuestra inmoral sociedad debe afrontar. No obstante, la ayuda no debe radicar en abrir fronteras, pues eso constituiría más bien la ineluctable aceleración de nuestro suicidio. La solución pasa por dar esperanza a los refugiados – a los que lo son de veras - en las zonas de las que ahora huyen, por iniciar, por fin, una política razonable, unificada y coherente en Oriente Medio y en todo el mundo musulmán. O sea, en Román Paladino ( que es lo que habla cada cual con su vecino), exactamente lo contrario de lo que Occidente ha hecho hasta ahora. Y es que, en los avisperos, se antoja demasiado peligroso hacer política con el ojo puesto en las encuestas de estimación de voto.

lunes, 31 de agosto de 2015

Familia y violencia doméstica


Cada día presenciamos, gracias a esa gran pantalla embrutecedora que preside el salón de todas las casas de España, un caso de violencia doméstica. Cada día nos tornan partícipes, si bien de forma indirecta, del sufrimiento de una familia destruida, del llanto de un hijo huérfano, de la irremediable desesperación de una anciana madre a la que un miserable ha privado de su hija. O de su hijo. Y nos indignamos, gritamos bien alto el Estado debe poner fin al drama y a la injusticia por todos los medios. Levantamos nuestro dedo acusador y señalamos a la familia, esa machista institución, esa obsoleta estructura de dominio y sumisión. Y esto último es precisamente lo que quieren que hagamos quienes han conseguido, siguiendo sus aviesos propósitos, que la violencia doméstica sea un asunto de charlatanería cotidiana en las redes sociales.

Su objetivo, el de esos facinerosos que dominan nuestras vidas desde el parapeto de la penumbra, es propinar la definitiva estocada a la familia, acabar de destruirla. Por eso la culpan de la violencia doméstica; por eso afirman, sin que se les caiga la cara de vergüenza, que el matrimonio es responsable de tanta sangre. Olvidan, pensarán ustedes, que la mayor parte de casos de violencia doméstica se dan en las llamadas parejas de hecho, que la violencia doméstica no es sino la trágica e ineluctable consecuencia del desmantelamiento de la familia. Con eso juegan, yo les diré. Ellos tienen claro su fin y manipulan burdamente la realidad, como se manipula un reloj de agujas del “chino” de la vuelta de la esquina.

La familia es la única institución en que el hombre es verdaderamente libre. En ella, la persona es acogida tal y como es; en ella, se cultivan los sentimientos fundamentales, las tradiciones más arraigadas. Sin familia, el ser humano queda indefenso ante la contumaz voracidad de la existencia, ante los posibles desmanes del poder político. No permitamos que la emponzoñen con falsos testimonios, no permitamos que la destruyan.Y es que, en caso de permitirlo, no estaríamos sino pavimentando una siniestra y lúgubre carretera hacia la esclavitud.


El lugar donde nacen los niños y mueren los hombres, donde la libertad y el amor florecen, no es una oficina ni un comercio ni una fábrica. Ahí veo yo la importancia de la familia”. (Gilbert Keith Chesterton).

jueves, 20 de agosto de 2015

Tributo a Juan Manuel



El otro día le eché un vistazo a un interesante, entiéndase la ironía, periódico digital de estos bien rojeras y sectarios. Es lo que tiene el estío, que deja con la guardia baja a un personal, servidor incluido, dispuesto a perpetrar todo tipo de imprudencias. En ese periódico, que sin faltar a la verdad podría llamarse panfletillo, encontré un artículo en el que se tildaba a Juan Manuel de Prada de retrógrado, ultracatólico y reaccionario. Con un par. Y es que hogaño quien cuestiona el progresismo y las supuestas bondades de nuestro Siglo es inmediatamente condenado por el Tribunal de la Santa Corrección Política.
Los progres, que se exhiben ufanos como salvaguarda de la tolerancia, detestan, señalan y marginan a quienes, como de Prada, no tragan con la deshumanizadora filosofía de la posmodernidad, con la contumaz irreverencia de la época. De nada importa que sean de derechas o de izquierdas, liberales o comunistas, del PP o del PSOE. A todos ellos les une el odio común hacia los que defienden que España y Europa, sin tradición, no pueden comprenderse.Y ya saben ustedes, el enemigo de mi enemigo es mi amigo.

Su tiranía se llama democracia y toman la ignominia como su más eficaz medio de coerción. Desprecian a las personas con principios y a aquéllos que serían capaces de dar la vida por unos ideales, por una religión, por una mujer amada, incluso. Su bandera es el emotivismo inane, la insana indiferencia. Acogen, con falsa displicencia, a aquéllos que, asumiendo lo principal de sus postulados, discrepan en asuntos menores; les sirve para dar credibilidad a su paripé de pluralismo. No les tiembla el pulso para condenar al ostracismo, a la alienante vida de anacoreta, a aquéllos que cuestionan lo fundamental del progresismo hegemónico. Son malvados, en definitiva.
Juan Manuel de Prada es una de las víctimas que se han cobrado; uno de los muchos asesinados (en sentido metafórico) por el Tribunal de la Santa Corrección Política, más sanguinario y sutil que el del Santo Oficio. No han tenido reparo en silenciarlo. Pero no te preocupes, Juan Manuel, somos muchos los que seguiremos leyendo con sana avidez tus versos en forma de prosa; los que, conscientes de que la muerte no es el final, seguiremos rindiéndote tributo.

domingo, 9 de agosto de 2015

El odio a Israel


El trato que los medios de comunicación europeos dispensaron al asesinato del bebé palestino evidencia el profundo odio que la izquierda, el progresismo, sigue profesando hacia Israel. Todo fueron condenas; todo se presentó como una oportunidad más para atacar al Estado judío. Que si los judíos son radicales, que si el “apartheid” sudafricano y tal y cual. Y es que para ésos que hoy guían el rebaño occidental, a veces llamado opinión pública, los judíos y su Estado no son sino un muñeco de trapo en el que ciscarse; un “punching ball” al que golpear hasta que quede reducido a cenizas.

Todos nos preguntamos a qué se debe tanta inquina, a qué se debe tan insana aversión. Si Israel, en su origen, era un país de izquierdas, dirán. Si el sionismo es un movimiento que combina - por lo menos antaño así era - socialismo y nacionalismo, clamarán, indignados. Y llevarán razón. Sin embargo, lo cierto es que el progresismo europeo perdió el “oremus” tiempo ha y lejos está de querer recuperarlo. Pronto hasta Marx le repugnará. Lo que le mueve es un odio exacerbado hacia todo lo que representa Europa. A su tradición, a su historia, a sus raíces. Y a ese infundado resentimiento - que aún no pueden manifestar alegremente - le dan rienda suelta asestando puñetazos a los hebreos.

Nada les importa a los progres europeos, cuya seña de identidad es la deshumanizadora ideología de género, el bebé asesinado. Nada les importa, en definitiva, la suerte de los palestinos; utilizan su sufrimiento y su penuria para alcanzar sus aviesos objetivos, que no radican sino en la destrucción de la civilización occidental. Los palestinos y su causa no constituyen, para ellos, más que un medio para crear un clima social determinado; un clima que termine por acoger, jubiloso, sus ideas impregnadas del hedor del resentimiento y el rencor.


El sempiterno aplauso que el furibundo odio a Israel recibe es muestra inequívoca de la decadencia occidental, de la podredumbre europea. Europa, sumida en el relativismo y en el hedonismo, ya ha renunciado a defenderse a sí misma. Europa ya está sentenciada a muerte y, por ello, lo único que le queda es atacar a ésos que, compartiendo sus raíces, no se resignan a la burda desaparición.

viernes, 31 de julio de 2015

Yihad y cruzada


Suele decirse, en ese estulto afán de equiparar cristianismo e islam, que las cruzadas fueron algo así como yihad cristiana. Sin embargo, esta afirmación tan extendida, que no es sino metáfora del triunfo del rebuzno y la ignorancia, es tan disparatada como la presencia de Leire Pajín en un coloquio de intelectuales. O sea, muy disparatada. Y disparatado, no me vayan a acusar de sexista.

Todos estos amigos del relativismo cultural, cuyo vil motor no es otro que el odio y el rencor hacia la civilización occidental, pretenden hacernos pensar que todas las religiones son iguales; es más, que todas son brutales. Y para ello utilizan las cruzadas. No obstante, lo cierto es que la única similitud que encontramos entre yihad y cruzada es el recurso a las armas por motivos religiosos. Nada más. Algunos dirán que ya es mucha similitud, pero les aseguro que no es así.

Y es que la yihad es un imperativo religioso, un prescripción que emana del mismo Alá. En el Corán hay más de 250 versículos que llaman a la lucha contra el infiel, a la aniquilación o a la sumisión de los politeístas*. Por el contrario, las cruzadas no son sino una decisión política motivada por razones religiosas que, en ningún caso en que se pretenda ser intelectualmente honesto, pueden ser consideradas preceptos de fe.

Por otro lado, la yihad, si atendemos al Corán y al “hadiz”, es “per se” ofensiva, pues conmina a atacar a los infieles, allá donde se encuentren o sea cual fuere su religión, hasta que acepten y tomen la palabra de Alá. Esto es relevante, pues las cruzadas, por contra, fueron guerras de carácter marcadamente defensivo, ya fuese para recuperar tierras conquistadas por los musulmanes o para impedir la destrucción de más lugares santos en Jerusalén (el Santo Sepulcro había sido destruido en 1009 por orden de Al Hakim) y proteger a los peregrinos que marchaban por aquel tiempo a Tierra Santa y que eran brutalmente masacrados.

No es por ello adecuado comparar yihad, que es un precepto de fe presente en la historia sin historia del islam, y cruzadas, que constituyeron un fenómeno circunscrito a la Edad Media y al combate contra la expansión musulmana. Sin embargo, nadie en su sano juicio puede pensar que los perros guardianes de la corrección política – a los que yo hoy bautizo como los incansables inventores de hechos pretéritos – anhelen el decoro. Éste, más bien, les es indiferente; todo vale para que de Occidente no quede más rastro que esa historia que ellos, voluntariosos, reescriben.


* Para los musulmanes, los cristianos también son politeístas, ya que creen en la divinidad de Cristo.

sábado, 25 de julio de 2015

Economía secesionista


Todo comenzó con el despropósito del Estado autonómico. Fue entonces cuando se volvió a dar alas a unos separatismos que habían desaparecido durante el franquismo. Y no precisamente por los motivos que se suelen argüir, mas ése es otro tema. Nos lamentamos ahora y apelamos al artículo 155 de la Constitución, como si éste fuese a remediar algo, como si aquello que no es sino papel mojado para los que tensan la cuerda pudiera cortar y hacer brotar la sangre.

No debemos centrarnos, sin embargo, en señalar con el dedo acusador a la casta política catalana – que bien podría construir su catalanista sueño húmedo en el vasto territorio de la Antártida – sino a la española. Es ésta la que, en vez de urdir un discurso de unidad nacional basado en la tradición y la historia común, en la cohesión social y en la búsqueda conjunta de la verdad eterna, ha preferido el discurso fútil e inane de la economía, de la faltriquera; la complicidad miserable de las cesiones en materia educativa. Y es que son los sucesivos gobiernos “centrales” los que han allanado el terreno, con su perezosa inacción, sobre el que los políticos secesionistas construyen su infernal y falsaria autopista hacia la independencia.

Ahora  los gobernantes de “Madrit”, desbordados por una situación de la que son parte responsable, se dedican a advertir a "Cataluña" de lo que acaecería si abandonase España, diciéndolo cual si eso fuese una opción más, cual si una generación concreta de españoles tuviese derecho a fragmentar y disponer a su antojo de una de esas selectas patrias que han construido y civilizado el mundo. Pobreza y salida de la Unión Europea, dicen PP, PSOE y sus lacayos, al tiempo que preparan la disolución de España y de su soberanía y territorio en el entramado burocrático de la instituciones europeas; al tiempo que asfixian España haciendo cálculos de estimación de voto. Demagogia y más demagogia.


La situación ya no tiene arreglo. Tras muchos años de adoctrinamiento en el odio y en el rencor en un lado y de contumaz pasividad cómplice en el otro, lo único que podemos esperar son fervorosas plegarias a la diosa legalidad y a su marido, la prosperidad económica. Y es que no podemos pretender que defiendan España aquellos que ni siquiera alcanzan a columbrar la grandeza de su significado; aquellos que sólo velan por el opulento estado de su cuenta corriente.

lunes, 13 de julio de 2015

El Papa y la España evangelizadora

El bicentenario de aquel grito de independencia de Hispanoamérica. Ése fue un grito nacido de la falta de libertades, de estar siendo exprimidos, saqueados, sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno”. Eso decía el Papa Francisco en su homilía de la Santa Misa celebrada en el Parque del Bicentenario de Quito, donde también pidió perdón por los crímenes de la conquista y colonización de América. Parece, pues, que la leyenda negra española se ha cobrado una nueva víctima, que esos lacayos de la falsa libertad que pregonan la maldad de España a diestra y siniestra han conseguido envolver al Santo Padre en su masónico hilo de mentiras.

El Papa Francisco – jesuita y argentino, para qué decir más – olvida, o simplemente ignora, que el proceso de independencia americano fue liderado por una burguesía criolla que, en contra de la voluntad popular y extraordinariamente influida por el pensamiento masónico, decidió buscar una nuevo camino para acrecentar su ya opulenta fortuna. Y es que poco le importa al Sumo Pontífice - en demasía condicionado por la herética Teología de la Liberación a la que se supone que tanto combatió – que los llamados procesos de emancipación se llevaran por delante la vida de indígenas y mestizos cuyo único pecado era querer seguir siendo españoles. Ahí está la limpia de “indios”, así los llamaban, que tuvo lugar en la Patagonia y el Chalco a cuenta del novel Estado argentino a fines del Siglo XIX. Eran los de arriba, y no los de abajo, los que no querían ser españoles.

España arribó a una tierra en la que los sacrificios humanos eran práctica cotidiana y en la que regía ese viejo amigo de la injusta justicia. España liberó América con el Evangelio, con la Buena Noticia, con la educación que los religiosos brindaron a los indígenas; España liberó a América con la verdad, no con ese batiburrillo de libertades – loadas por el Papa – que permitió que unos pocos se enriquecieran a costa de la servidumbre de muchos.


Mientras holandeses e ingleses esclavizaban a los indígenas de esos parajes a los que llegaban, los españoles se mezclaban con ellos. Mientras Holanda e Inglaterra exterminaban, España promulgaba las Leyes Nuevas de Indias, que dotaron a los aborígenes de la misma dignidad que cualquier otro ser humano. Al fin y al cabo, ésa es la congruente diferencia entre quienes desean amasar fortuna sin escrúpulo alguno y quienes pretenden ir al mundo entero y predicar el Evangelio. Pero al Papa Francisco esto último no parece entusiasmarle.  

viernes, 26 de junio de 2015

Risto y el P. Fortea

El otro día tuve la oportunidad de ver la entrevista, por llamar de alguna forma a ese grotesco espectáculo, de Risto Mejide al Padre Fortea. He de reconocer que nunca había visto una entrevista del tal Risto y que – con las loas que acompañan a su nombre cada vez que éste es pronunciado – me esperaba algo mejor. Iluso de mí, habría de saber ya que, en España, las alabanzas de la progresía patricia sólo pueden suponer putrefacción, ordinariez y simpleza.

Desde el inicio, la entrevista prometía irreverencia y nimiedad, desvergüenza y futilidad. Y es que a Mejide, ese conspicuo necio, no se le ocurrió cosa mejor que tutear al P. Fortea, como si éste fuese igual o inferior a él. Y, claro, a esta inicial osadía le siguió una serie de vomitivas preguntas en tono burlón respecto al demonio, a las que el sacerdote exorcista respondió con admirable respeto. (Véase: “¿El demonio tiene página web?”).

Mas el espectáculo llegó cuando Risto, icono de una sociedad decadente, empezó a preguntar – por no decir rebuznar – sobre la Iglesia católica en general. Nada nuevo, los topicazos de siempre. Que si la pederastia por acá, que si las inadmisibles declaraciones de los obispos respecto al aborto y el “gaymonio” por allá. Muy previsible, Mejide; con lo buena que podría haber sido la entrevista. Para variar.

Este desolador panorama, caracterizado por la infundada superioridad intelectual de quienes creen que la religión es pura superchería, fue agravado por lo que se emitió después de la entrevista: Mejide y una actriz porno, paradigma de la sicalíptica decadencia occidental, conversando en una especie de cama de color rojo pasión. Todo en un tono curiosamente desenfadado, jovial y exquisitamente respetuoso. Y es que, queridos lectores, en esta España hodierna, se enaltece a las actrices porno al tiempo que se defenestra a los religiosos; se ensalza el hedonismo al tiempo que se entierra en una profunda tumba a la pureza.

España, España, que ensalzas a las que se desnudan y apedreas a los que traen la Buena Noticia…”



lunes, 22 de junio de 2015

Democracia pura

Son ingentes las loas que, en nuestro tiempo, la democracia recibe; es abrumadora la adoración que nosotros, envueltos en su misterioso perfume teñido de grandeza, profesamos a lo que en otras épocas – menos oprobiosas quizás – no sería más que un simple régimen político. Sin embargo, estas figuradas genuflexiones que hacemos cada vez que invocamos el nombre de la sacrosanta democracia tienen un inocultable revestimiento de profunda ignorancia, de hondo desconocimiento.

La democracia – en el sentido propio del término, excluyendo el componente liberal que hogaño la matiza – es una respuesta a la pregunta de “quién gobierna”, no a la pregunta de “cómo se gobierna”. Así, no se antoja difícil alcanzar a comprender que la democracia, sin un reconocimiento previo de derechos individuales inviolables y de una razonable limitación del poder público, podría convertirse en el más despótico de los regímenes políticos, en el más tiránico de los sistemas de organización social.

Y es que nadie puede asegurar que la opinión de la mayoría sea, en todo momento, moderada y respetuosa. Y menos en tiempos en que el ser humano ha dejado de lado la razón para abrazar los sentimientos y las pasiones; en tiempos en que el intelectualismo moral de Sócrates ha sido arrojado al basurero del olvido y sustituido por esos emotivismo y subjetivismo moral que todo justifican. El ilimitado gobierno del pueblo – es decir, de la mayoría – abrazaría la opresión estulta, terminaría de cavar la tumba en que la sociedad hodierna anhela silenciar por siempre a la verdad.

Las más certeras críticas a un modelo de democracia pura fueron enunciadas por Constant – con su distinción entre la libertad de los antiguos, basada en la participación política, y la libertad de los modernos, centrada en la esfera privada y la independencia individual – y Tocqueville – quien distinguió entre la democracia despótica, en la que la soberanía del pueblo es ilimitada, y la democracia liberal, en la que la soberanía del pueblo está constreñida por los derechos individuales y la separación de poderes -. Ambos consideraban que la democracia liberal, frente a la democracia pura, suaviza y limita las pasiones; protege al pueblo de ser gobernado sempiternamente por la irracionalidad y las emociones.


El ser humano, innatamente tendente al mal, es voluble; sus opiniones cambian más que el bando de los italianos en una guerra. La construcción de un régimen político dependiente exclusivamente de su voluntad no sólo aboca a la inestabilidad y al desconcierto, sino que provoca la asunción de un relativismo que, paradójicamente, podría acabar con ese sistema político. 

domingo, 14 de junio de 2015

El llanto de ese PP traidor

Ya han sido investidos los nuevos alcaldes y presidentes de las Comunidades Autónomas; las bases para proseguir la que parece inexorable destrucción de España ya están sentadas. Y en ellas, la posición del Partido Popular es más bien irrelevante. Con pactos o sin ellos, el más traidor de los partidos políticos españoles – hacia su electorado y sus ideas – ha sufrido un severo escarmiento que probablemente sea letal.

Y, por supuesto, la debacle del partido de Rajoy ha estado acompañada de lastimosos lamentos, de lágrimas propias de plañideras que se habían creído intocables en el más falso de los funerales. Es lo que tiene, creo yo, traicionar todo lo prometido en un programa electoral pensando que eso saldría gratis. Es lo que tiene asumir la ideología de género y demás preceptos progresistas manifestados a la perfección en la acción legislativa del gobierno de Zapatero. La inacción política y la renuncia a las ideas propias se pagan. Luego llegan lágrimas en forma de arrepentimiento, llantos más propios de niños de preescolar que de políticos.

Y es que Rajoy, durante toda esta inane legislatura que todavía continúa, se ha afanado en dejar atrás esos tiempos en los que asumía un rol protagonista en cada manifestación antiterrorista; en dejar atrás esos tiempos en que se erigía, ufano, como adalid de la defensa de la vida humana en esas dignas convocatorias contra el aborto. De esos polvos vienen estos lodos, Sr Rajoy. La renuncia a defender principios, a defender valores, ha condenado al PP;  la traición ha provocado que ésos que aún votan al partido de la gaviota lo hagan con  la nariz tapada previendo, legítimamente, un mal mayor.

Muchas han sido las traiciones perpetradas durante esta legislatura: aborto, matrimonio homosexual, memoria histórica, violencia de género, etc. Sirven éstas como símbolo de la claudicación del PP ante el ideal progresista, como símbolo de una derecha que ya no está representada políticamente.


Quizás esas lágrimas que hoy inundan las páginas de los periódicos y  los programas de televisión habrían sido sonrisas satisfechas si el PP hubiese cumplido sus promesas. Quizás los aprendices españoles de Pol Pot no estarían construyendo su particular autopista hacia el averno si el gobierno de Rajoy, con sus traiciones, no hubiese dividido a una derecha harta de ser poco más que la izquierda con quince años de retraso, harta de la infundada superioridad moral del llamado “progresismo”.

jueves, 4 de junio de 2015

Ciudadanos o el sermón del cura

Unos días han transcurrido ya desde que los comicios autonómicos y municipales “cambiaron” el panorama político español. Sin embargo, el molesto tañido de la “fiesta de la democracia” sigue resonando, inasequible al desaliento, en nuestros oídos; las promesas propias del tiempo preelectoral – esas que ya no cree nadie – siguen perturbando a unos españoles hastiados ya de tanta falsedad. Y es Ciudadanos el partido más activo en la afanosa tarea de aburrir a eso que hogaño se llama ciudadanía.

Tras un relativamente positivo resultado electoral, el partido naranja ha adoptado una actitud verdaderamente disparatada. Les confieso que, de tanto oír el sintagma “líneas rojas”, Albert Rivera ha adoptado un papel protagonista en las pesadillas que perturban mi ya de por sí frágil sueño. Unas veces surge de la nada, con su sotana y su alzacuellos, en forma de sacerdote cansino que encarna la eternidad en sus sermones; y, en otras ocasiones, aparece, como Platón en La escuela de Atenas de Sanzio, con una poblada barba, señalando con el dedo al cielo y diciendo “he salido de la caverna y por eso combato la corrupción”.

Lo cierto es que la postura de Ciudadanos es aburrida, sí. Pero lo más preocupante es que un partido con un mensaje simple y pueril haya sido respaldado por tan considerable número de españoles; que un partido con un mensaje más vacuo que el pensamiento de Leire Pajín haya triunfado en lo que otrora fue un gran imperio. Cómo estarán los otros partidos, hemos de preguntarnos. Y la más acertada respuesta será la que señale los casos de corrupción diarios, las mentiras recurrentes y las sempiternas sandeces.


El partido de Albert Rivera debe posicionarse. Porque jugar con la indefinición y la ambigüedad, al tiempo que te eriges en adalid de la pureza política, es muy fácil. Es hora de que Ciudadanos nos diga qué va a hacer con el aborto – el símbolo de la barbarie legalizada – con el llamado matrimonio homosexual y con un Estado hipertrofiado que ha hecho del despilfarro su conducta más común. Es hora, en definitiva, de que Ciudadanos comience a dedicarse a la política y deje de dar lecciones de castidad desde su atril de inexperiencia.